Decenas de miles de personas en Camboya y en toda la región se reúnen hoy para conmemorar el 1 de mayo. Sus aspiraciones y preocupaciones son legítimas y se basan en valores universales incuestionables.
Creen firmemente y con razón que la calidad del trabajo y el respeto de los principios y derechos fundamentales en el trabajo son una fuente de dignidad personal, estabilidad familiar, paz en la comunidad y un modelo de credibilidad para la gobernanza democrática. Estas cuestiones son la esencia misma del mandato de la Organización Internacional del Trabajo y son centrales para su labor en todo el mundo.
Estas normas rectoras se aplican a todos los países y constituyen la base de los principios y políticas consagrados en la Declaración de la OIT sobre la justicia social para una globalización equitativa. Esta Declaración expresa la visión contemporánea del mandato de la OIT en la era de la globalización y debería orientar la acción política para lograr resultados mejores y más justos para todos.
En todo el mundo, innumerables hombres y mujeres siguen trabajando sin las garantías más básicas de seguridad y bienestar. Ejemplos evidentes son los terribles desastres laborales que se cobraron cientos de vidas hace apenas un año en el sur de Asia y otras partes de esta región.
Sin embargo, lejos de los programas de noticias y las conmemoraciones, muchos de los trabajadores vulnerables de la región enfrentan riesgos de lesiones y muerte todos los días. Los trabajadores informales y algunos otros trabajadores vinculados a modelos económicos distorsionados e injustos se encuentran entre los particularmente vulnerables, no solo en relación con los accidentes laborales, sino también con los bajos salarios, las largas horas de trabajo, los mecanismos inadecuados de resolución de disputas y la falta de los derechos laborales más básicos. Estos trabajadores suelen tener una protección social mínima y a menudo tienen varios trabajos, pero siguen estancados en la pobreza, sin poder apenas mantener a sus familias.
En la mayor parte del Sudeste Asiático, incluida Camboya, se reconoce cada vez más que abordar estas cuestiones es vital para alcanzar los objetivos nacionales de desarrollo. La Estrategia Rectangular destaca la importancia de mejorar las relaciones laborales para lograr un desarrollo socioeconómico sostenido. El fortalecimiento de la libertad de asociación y la negociación colectiva son otros componentes vitales de esta estrategia. El diálogo social y las negociaciones colectivas en las que participan sindicatos y organizaciones de empleadores pueden aportar beneficios significativos, no sólo a los trabajadores sino también al desarrollo económico en general, al reducir los conflictos, apoyar una distribución más justa de los ingresos, reducir la desigualdad y mantener una gobernanza más sólida del mercado laboral.
Lo más importante es que debemos preservar el espacio para la actividad sindical legítima y pacífica, reconociendo sus necesidades, comprendiendo sus preocupaciones y dándoles oportunidades justas para expresar sus demandas. Esto debe suceder dentro de los parámetros establecidos por las leyes nacionales y en pleno respeto de los principios universales de libertad de asociación, expresión y reunión, incluidas las obligaciones en virtud de los Convenios ratificados de la OIT núms. 87 y 98.
El rápido crecimiento económico del Sudeste Asiático y de Camboya tiene un enorme potencial para respaldar las aspiraciones de sus habitantes de tener un trabajo y una vida decentes, pero esto no ocurrirá automáticamente. El dinamismo económico de la región no se puede traducir en progreso social si no se aplican las políticas adecuadas y no se realizan los cambios de enfoque adecuados.
Por ejemplo, deberíamos empezar a medir el éxito de una economía no por su tasa de crecimiento económico, sino por la cantidad de empleos decentes que produce y por el bienestar de su población. Esto significa garantizar que el crecimiento no se produzca a expensas de la degradación ambiental o del aumento de la desigualdad.
Necesitamos promover colectivamente y de manera convincente un paradigma de crecimiento que sea consciente del medio ambiente y esté centrado en las personas. Debemos seguir avanzando hacia un modelo socioeconómico más justo, más verde y más sostenible, capaz de satisfacer las aspiraciones de las personas en materia de cooperación, diálogo tripartito, entendimiento mutuo y, sobre todo, liderazgo. Y contamos mucho con los dirigentes camboyanos en el gobierno, en las empresas y en los sindicatos para que adopten esta agenda basada en valores humanos, entre los que destaca el respeto por la dignidad del trabajo y de los trabajadores.
Este 1 de mayo debemos comprometernos y renovar nuestra posición en favor de una nueva era de justicia social. Debemos asegurarnos de que estas oportunidades no se desperdicien, para que el trabajo decente para todos pueda ser una realidad para Camboya y su gente.
Por Maurizio Bussi, Oficial en cargo Oficina de la OIT en Tailandia, Camboya y la República Democrática Popular Lao